Matemático griego.
Sus escritos, de los que se han conservado una decena,
son prueba elocuente del carácter polifacético de su saber científico. Hijo del
astrónomo Fidias, quien probablemente le introdujo en las matemáticas,
aprendió de su padre los elementos de aquella disciplina en la que estaba
destinado a superar a todos los matemáticos antiguos, hasta el punto de
aparecer como prodigioso, "divino", incluso para los fundadores de la
ciencia moderna. Sus estudios se perfeccionaron en aquel gran centro de la
cultura helenística que era la Alejandría de los Tolomeos, en
donde Arquímedes fue, hacia el año 243 a.C., discípulo del astrónomo y
matemático Conón de Samos, por el que siempre tuvo respeto y admiración.
Allí, después de aprender la no despreciable cultura matemática de la
escuela (hacía poco que había muerto el gran
Euclides), estrechó relaciones de amistad con otros grandes matemáticos, entre
los cuales figuraba Eratóstenes, con el que mantuvo siempre correspondencia,
incluso después de su regreso a Sicilia. A Eratóstenes dedicó
Arquímedes su Método, en el que expuso su genial aplicación de la mecánica
a la geometría, en la que «pesaba» imaginariamente áreas y volúmenes
desconocidos para determinar su valor. Regresó luego a Siracusa, donde se
dedicó de lleno al trabajo científico.
Al parecer, más tarde volvió a Egipto durante algún tiempo como
"ingeniero" de Tolomeo, y diseñó allí su primer gran invento, la
"cóclea", una especie de máquina que servía para elevar las aguas y
regar de este modo regiones a las que no llegaba la inundación del Nilo.Pero su actividad madura de científico se desenvolvió por completo en
Siracusa, donde gozaba del favor del tirano Herón II. Allí alternó inventos
mecánicos con estudios de mecánica teórica y de altas matemáticas, imprimiendo
siempre en ellos su espíritu característico, maravillosa fusión de atrevimiento
intuitivo y de rigor metódico.
Sus inventos mecánicos son muchos, y más aún los que le atribuyó la leyenda
(entre estos últimos debemos rechazar el de los espejos ustorios, inmensos
espejos con los que habría incendiado la flota romana que
sitiaba Siracusa); pero son históricas, además de la "cóclea",
numerosas máquinas de guerra destinadas a la defensa militar de la ciudad, así
como una "esfera", grande e ingenioso planetario mecánico que, tras
la toma de Siracusa, fue llevado a Roma como botín de guerra, y allí lo vieron
todavía Cicerón y quizás Ovidio.
La más divulgada de estas anécdotas la relata Vitrubio y se refiere
al método que utilizó para comprobar si existió fraude en la confección de una
corona de oro encargada por Herón II, tirano de Siracusa y protector de
Arquímedes, y quizás incluso pariente suyo. Se cuenta que el tirano,
sospechando que el joyero le había engañado poniendo plata en el interior de a corona, pidió a Arquímedes que determinase los metales de que estaba
compuesta sin romperla. Arquímedes meditó largo tiempo en el difícil problema,
hasta que un día, hallándose en un establecimiento de baños, advirtió que el
agua se desbordaba de la bañera a medida que se iba introduciendo en ella. Esta
observación le inspiró la idea que le permitió resolver la cuestión que le
planteó el tirano: si sumergía la corona en un recipiente lleno hasta el borde
y medía el agua que se desbordaba, conocería su volumen; luego podría comparar
el volumen de la corona con el volumen de un objeto de oro del mismo peso y
comprobar si eran iguales. Se cuenta que, impulsado por la alegría, Arquímedes
corrió desnudo por las calles de Siracusa hacia su casa gritando «Eureka!
Eureka!», es decir, «¡Lo encontré! ¡Lo
encontré!». Corresponde al famoso principio de Arquímedes (todo cuerpo
sumergido en un líquido experimenta un empuje hacia arriba igual al peso del
volumen de agua que desaloja), y, como allí se explica, haciendo uso de él es
posible calcular la ley de una aleación, lo cual le permitió descubrir que el
orfebre había cometido fraude.
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